jueves, 19 de septiembre de 2013

MI PARTO

Creo que para las mujeres hay tres experiencias desbordantemente intensas en la vida: nacer, morir y PARIR, y pocas cosas hay tan maravillosas y únicas como vivir consciente y felizmente la tercera, con todo lo animal, desgarrador y cósmico que conlleva.
Toda mujer, como toda hembra, está capacitada para traer al mundo a sus propios hijos, qué cosa tan sencilla y usual y a la vez tan pasional, tan mágica e irrepetible.
Vivimos desapegados de la madre tierra, del dolor cotidiano que conlleva vivir y conscientemente nos narcotizamos y nos dejamos asustar y empequeñecer por otros, porque no hay poder más grande que tener en tus manos traer una nueva vida al mundo y quienes lo saben y quieren apropiarse ese poder que legítimamente pertenece a las hembras saben lo peligroso que es que sepamos que podríamos sabiéndolo y viviéndolo dominar el mundo…

Andaba yo en esos pensamientos por intuición hace 20 meses y 14 días, cuando escribo este relato, el tiempo que hace que Irene, mi hija, decidió que estaba preparada para nacer, y su historia, madurada , soñada , prevista y única que he tardado todo este tiempo en contar porque así son las cosas cuando una tiene un bebé de alta demanda.

Era un 27 de diciembre,  aniversario de bodas de mis padres (cuando fui concebida, por cierto ¿casualidad?) pasaban 4 días de las 38 semanas de embarazo y yo estaba serena y con ganas de acometer una de esas tareas hermosas y a la vez incordiosa que es realizar las compras navideñas.  Y eso que esa semana nos la pasamos con fiebre y tos, que me acompañaría todo el postparto, pero ya había pasado lo peor y necesitaba caminar y oxigenarme.Y entonces aparecieron esos preludios que son las contracciones, unas punzadas internas entre paquetes y luces de colores. En fin, para casa, parecía que Irene no quería cumplir con las 40 semanas previstas… Pasé la noche entre punzadas pausadas e irregulares. Por la mañana le dije a Jordi que apuntara los tiempos que cada vez eran más cortos y nunca fueron parejos. Cuando se fueron acortando llamé a Menchu, una de mis matronas que había estado un par de días antes inspeccionando mi casa, el lugar que había decidido para parir a mi hija. Llegó sobre las 3 de la tarde. Antes, ya estaban mi hermana , mi madre, mi amiga Reyes y mi marido  en casa;y mi padre, mi hermano y los padrinos de mi hija en casa de mis padres expectantes y devorando con menos entusiasmo del previsto la mariscada preparada para celebrar un aniversario de boda.
Llegó Menchu , me exploró y dijo: “pasas de los 3 centímetros, estamos de parto”. Y entonces empezó la montaña rusa, los retazos de realidad que recuerdo, porque las parturientas a las que nos dan libertad estamos en un estado de nirvana que sella lo que no recordamos a nuestras entrañas y se lo roba a la memoria, precio que pagamos por cierto gustosamente…
En el salón de casa, lámparas y velas de sal, música improvisada que no me había dado tiempo a preparar. Poca luz, la cámara de vídeo no va a servir… Vemos fotos, hablamos, mi madre prepara un puchero y las horas corren, y la lluvia arrecia, y las contracciones vienen en oleada y yo cuando aparecen me abstraigo como una médium que conecta con el más allá y luego vuelvo, sin labios de sapo, ni cara extraña (mi madre, niña que parturienta más rara, estás muy guapa). Pasan las horas y por la tarde llenamos la piscina, caliente, relajante, tanto me relajo que el parto se para, y comienzan los cuchicheos, y  yo noto que algo pasa. La niña está bien , pero yo estoy demasiado tranquila y así pues no se puede parir.
A ratos pasan cosas, mi hermana con fiebre, desaparece de la escena con mi madre y Jordi, danza del vientre, homeopatía… la niña está arriba y la dilatación completa.
Y pregunto qué pasa y mis matronas, hace horas que llegó Maite también, me dicen que poco rato más tengo de margen si no quiero ir de camino al hospital…. ¿qué? Con lo que he luchado por esto y la noche de perros que hace… Y me pongo a caminar salón arriba y abajo y me mosqueo conmigo misma y me pongo las pilas y pregunto qué me tiene que pasar y empiezan de nuevo a actuar mis mecanismos pasionales (soy así, phosphorus, pasional y enérgica cuando me arranco) y se me descompone el cuerpo…. Ufff algo grande está pasando. Quiero ir a la silla de partos y allí me siento… “no empujes ahora” Gasas en el periné calentitaas,,,,qué alivio, y visualizo lo que tantas veces he leído, ahora parece que me voy a abrir en dos, tranquila, ninguna mujer se abrió así, tú puedes; … ahora el círculo de fuego “aprovecha las contracciones para empujar”…. Ufffff fuerza, fuerza, qué poder más inmenso, no grito, no grito, emito sonidos guturales que me salen de las entrañas…. Y mi cuerpo solo porque sabe el camino, vomita fuerza , pasión, dolor profundo y auténtico , nunca he estado más viva,  ya queda poco,  “mira en el espejo,se ve la cabecita coronando”, y pienso, ahora los hombros, queda menos, y de pronto , en un pujo, 3 kilos 800 gramos de niña, a las 3.41 del 29 de diciembre de 2008 deciden salir de golpe, como una botella descorchada,  y Menchu la recoge con una habilidad pasmosa y me la pone en el pecho. Tarda poco en romper a llorar y el cordón en dejar de latir. Lo corta el papi que está alucinado y lloroso y también impresionado. Me quedo tan pasmada que no reacciono, ¿ya? Qué descarga tan brutal de adrenalina, qué enorme orgasmo de dolor y a la vez de explosión vital y adictiva… Y no soy capaz de derramar una sola lágrima, con todo lo que he llorado viendo partos de otras mujeres… ya está… me siento la persona más especial,más feliz, quiero parar el tiempo,  está sana, es preciosa…

Ahora al sofá, “tienes un desgarro enorme, claro los tejidos están blandos, tú griposa, la niña ha salido de golpe, te vamos a coser” Al sofá con Irene encima y entonces lo maldigo todo, qué molesto, empujo un poco y la placenta se resbala agradablemente, está entera, es enorme, luego la telilla y luego interminables y tropecientos puntos ,  ¿podéis dejarme en paz de una vez? y yo deseando yacer con mi hija, las dos desnudas, en nuestra cama, en nuestra casa, qué bien, yo boca arriba por fin (durante el embarazo veía las estrellas) y ella encima en su postura aún hoy favorita para pegarse a mí…



Lo que pensaba por intuición lo afirmo por experiencia , quiero ese poder, y si vuelvo a parir quiero poder hacerlo igual, esa pasión es mía y estoy encantada de que la suerte y mi empeño me hayan regalado poder vivirla, porque ahora soy más persona, más valiente, más animal, más auténtica, más hembra, más consciente, más fuerte, más experta, más humana, más hermosa…y soy madre con todo lo que conlleva, y  mereció la pena,  porque como siempre he sabido, sin dejarse arrastrar y vivir intensamente las  grandes pasiones la vida vale bien poco la pena…

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