jueves, 19 de septiembre de 2013

UN LUGAR EN EL MUNDO PARA UN ÓRGANO MÁGICO Y UN ÁRBOL MÍSTICO

“Había una vez un órgano mágico detenido en un profundo sueño. Tal vez estaba algo cansado, fueron muchos meses en el que sus raíces nutrieron un cuerpecito que apareció a su lado como lo hacen todos, fruto del amor y de la magia. Salió al exterior entre luces ámbar y estuvo un rato latiendo antes de hibernar. En todo este tiempo, casi tres años, buscaba “un lugar en el mundo” en el que volver a abrazar con sus raíces algo vivo y precisamente era un sitio llamado de esa forma el que iba a convertirse en su nuevo y definitivo hogar”.

Ese viejo y hermoso dicho que la materia y la energía no se destruye sino que se transforma cobra sentido cuando queremos ser conscientes de todos los procesos y experiencias de la vida. A veces los seres humanos somos raros, desagradecidos o igual temerosos a la hora de otorgar a cada parte de nosotros, ya sea material o espiritual, un lugar digno en el que agradecer a dios, a la tierra, al universo, todo cuanto tenemos o se nos regala para disfrutarlo. Y así nos encontramos con que la sociedad supuestamente “civilizada” tira a la vulgar basura como un despojo aquello que ha convivido con nuestro hijo los 9 meses en los que ha sucedido el milagro de la vida. Y en lugar de sentir gratitud por ese cuerpo poroso mitad madre mitad hijo se siente ignorancia e incluso asco, como un triste reflejo de cómo se trata al resto del prójimo y del planeta en esta cultura de tanto usar y tirar. Y llamamos locos a quienes queremos tratar a ese órgano mágico llamado placenta, con una mínima dignidad y cariño… Afortunadamente no siempre ha sido así:


A veces la placenta se toma, bien en batido, cocinada o encapsulada.

Los antiguos egipcios consideraban que en el bebé habitaba un alma y en la placenta otro. Ésta tenía su propio jeroglífico, e incluso algunos arqueólogos conjeturan que tumbas enteras pudieron haber sido construidas para contener la placenta de los Faraones.
En Indonesia, la placenta es considerada como un mellizo del bebé o como su hermano mayor. Como el ángel guardián del bebé a lo largo de toda su vida. Por ello deberá ser tratada con mucho cuidado, y luego será sepultada de acuerdo a tradiciones específicas. Es responsabilidad del padre limpiar, envolver, y enterrar la placenta el día del parto.
Las creencias Chinas relacionadas con la placenta afirman que la misma es una fuerza dadora de vida. La placenta se seca y agrega en algunas recetas para incrementar la energía y la vitalidad de la persona.
En algunas naciones africanas, la placenta es envuelta en sábanas y enterrada debajo de un árbol. Este árbol simboliza la vida en curso.

Yo escogí esta última opción. Me parece muy hermoso que su carne siga dando vida y sea devuelta a la tierra, que al fin y al cabo es donde volvemos todos los seres al final de nuestra vida. Lo tuve claro desde el principio, pero no encontrábamos un sitio apropiado.
Algo después de nacer Irene unos amigos se compraron una casa en la sierra inaccesible en coche. En ella han puesto mucho trabajo y cariño, y la han convertido en un lugar mágico, porque además de ser un sitio precioso por su belleza natural, plácido y energético, parece habitado por hadas, por duendes del bosque, que dejan regalitos a los niños en los árboles y hacen que la naturaleza fluya para disfrutarla en paz. En una de sus paredes reza “Un lugar en el mundo”. Es uno de esos sitios en los que te sientes como en casa, recargas pilas y es imposible que algo turbio y desagradable pase. Nos encantó desde la primera vez que lo vimos, y a Irene, que con sus ojitos abiertos como platos nunca quiere irse de allí. Fue mi marido el que dijo “¿y por qué no plantamos aquí la placenta?” Era perfecto, el mejor hogar para crecer y dar vida. No me cansaré de agradecerles a nuestros amigos el cariño y generosidad con el que siempre nos tratan en especial cuando estamos allí con ellos.



La ocasión la encontramos a principios de diciembre. Por fin ese órgano crionizado volvería a encargarse de algo vivo. Quedaba escoger el árbol. Un amigo que vive en Viena me dio la clave: allí hay una especie de parque circular del horóscopo celta que representa árboles vitales. Y el de mi hija por su fecha de nacimiento, 29 de diciembre, era el manzano de capricornio.
Dicen los celtas que bajo el manzano impartía Merlín sus enseñanzas. Para ellos era místico, de otro mundo. Las manzanas son además un fruto redondo, equilibrado, la reina de las frutas, siempre presente en la mitología, desde la manzana del paraíso que mordió Eva a la manzana de Blancanieves. Es especial, sin duda, como nuestra hija para nosotros. Así que allá nos fuimos y Jordi dijo enseguida en el vivero “ese”. Lo llevamos a la casita (que es como llaman nuestros amigos a ese lugar) como pudimos, Irene sufriendo todo el camino por si se torcían sus ramitas en el coche. Llegamos en un maravilloso día donde el sol lo cura todo, donde estar bajo él hasta que se oculte. La placenta viajó con nosotros al vacío, en una neverita. Enseguida la pusimos al sol, para que saliera de su letargo, mientras buscábamos el lugar para plantar a ambos.
Comimos mijo con verduritas, vino, todo delicioso. Después procedimos a la tarea. Irene quiso colaborar en todo momento. Antes ella y yo rendimos un pequeño homenaje a la placenta. La tocamos, la admiramos un ratito.
Es curioso como una niña, que no tiene prejuicios como los adultos y menos con algo que tiene que ver con ella, la tocó con curiosidad, la trató con cariño, hasta le tiró besitos, consciente por intuición de la importancia de aquella cosa en su vida.



Hicimos dos huecos en la tierra, uno para la placenta y otro para el manzano y los plantamos con cuidado, en un lugar divisable desde la casa. Irene los regó con entusiasmo.




Fue un fin de semana mágico, nacieron dos niñas, entre ellas Valentina, recordé a su hermana Amanda cuando plantaba el manzano. Mi hermana conectó su ciclo y mi vientre volvió a latir, listo para cuando nuestro empeño, la naturaleza y el milagro de la vida, quiera volver a posarse en él.



“El manzano es el árbol del amor, Irene, cariño, no puede haber mejor encargo para algo que plantamos tus padres para ti. Te ayudará a caminar en la vida, porque crecerá con la misma fuerza y hermosura que tú, puesto que lo alimenta ese trozo de nuestra carne y nuestra alma. Dicen los oráculos que serás una amante inigualable, seductora, con mucho carisma, una persona llamativa y atractiva, de un aura agradable, coqueta, aventurera, sensible, siempre enamorada, deseando amar y ser amada, compañera fiel y tierna, de talentos científicos, con imaginación. Probablemente dedicarás tu esfuerzo a la naturaleza, a plantas y animales para las que tienes una sensibilidad especial desde siempre. Ojalá este manzano de frutos rojos te ayude en tu camino, junto a todos los que te amamos, y cuando tengas un revés o un mal momento puedas volver siempre a este lugar en mundo, respirar aire puro, caminar hasta tu árbol, acariciar sus ramas y morder una manzana hermosa que te devuelva a ese estado mágico, de paz y de fuerza en el que encuentres tu equilibrio y felicidad”.

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