jueves, 19 de septiembre de 2013

UN BUEN MAESTRO

Hay pocos trabajos tan duros intelectualmente y tan hermosos como el de maestro. Digo maestro, no profesor, porque no es lo mismo aprobar unas oposiciones para encontrar trabajo fijo e impartir una materia, que ser capaces de enseñar con mayúsculas a pequeñas mentes inquietas y creativas cómo hemos sido en otros tiempos, para qué sirven las cuentas, por qué hay que saber escribir sin faltas de ortografía y junto a todo eso, saber escuchar con la distancia y confianza que le da a un niño y adolescente una persona que no es su padre pero que le merece respeto y en el que en alguna medida ve a alguien sabio que puede ayudarle.

Y es difícil además ser maestro en estos tiempos, donde por suerte o por desgracia, el oficio ha pasado de ser venerado a ser denostado por muchos, unos porque no respetan ni valoran nada más que su propio ombligo y otros porque se han topado o no quieren que sus hijos se topen con empleados a sueldo que en vez de enseñar pasan el rato. Es una pena que, en lo bueno (NO hablo por supuesto de la letra con sangre entra), se haya perdido la esencia del maestro antiguo, que era una persona de esas que marcaban la vida de los alumnos que pasaban por sus clases y sus enseñanzas...y esos maestros, como mi padre, que ahora se jubila, merecen el homenaje y la admiración de todos.

Para todos sus alumnos, muchos ya padres y madres, como yo, mi padre siempre ha sido don Jesús y lo sigue siendo.Nos cuenta con orgullo cómo se encuentra a esos hombres y mujeres de los que seguro que aún sabe nombres, apellidos y parientes; y le dicen lo que lo recuerdan, lo que lo echan a veces de menos y que además no han olvidado lo que aprendieron con él. Porque es difícil olvidar a un maestro que es capaz de sacar lo mejor de cada personita, de dar las oportunidades que hagan falta para aprender algo, de sentarse a su lado y de comprender a los que no son buenos estudiantes, para ayudarles a buscar su camino. Eso sólo lo puede hacer alguien que ama lo que hace, que es capaz de compartir por elección varias horas al día con adolescentes para otros indomables, que es una buena persona y que ahora, a sus 67 años, ya puede recoger los frutos de lo que ha sembrado en toda una vida dedicada a su trabajo.

Mi padre deja las aulas justo antes de que su nieta mayor, mi hija, entre con ilusión en ellas. Es una privilegiada por tener este abuelo, por poder disfrutarlo y porque ya tan pequeña sabe la suerte que tiene. Estoy segura de que más de una vez, cuando vaya a recogerla al colegio intercambiará una mirada cómplice y añorante con ese colega todavía en activo y le dirá: yo también fui maestro.
Para nosotros tus hijos, tu mujer, tus nietas, tus alumnos , tus compañeros y todos los que te queremos, que son muchos, serás MAESTRO de muchas cosas siempre.

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